No puedo no decirte que
en vano guardé en un cofre hermético
invisible
abrumador contenedor de llantos,
abrumador contenedor de llantos,
aquellos aromas salados
a pan casero de madrugada
y siestas calurosas,
todas las cartas obligadas que tu vos del pasado
invirtió para convencerme,
para sostener
ese sueño doble,
para socorrer
esa mente impaciente,
para envolver
la pureza de ese sentimiento.
Quería todo ya. Quería que
comprendieras la emergencia
que tenía,
de tu amor
la importancia divina, ese culto misterioso
que conquistó mi racionalidad
y la arrojó a una tierra extranjera
Está claro que la verdad
se escapó por la ventana,
que los mensajes cifrados en un código cortés,
son increíblemente comparables
al inicio de todo esto
Pero la aceptación es un rasgo de madurez,
y hoy tengo que admitir que es fácil confundir
aburrimiento y tristeza como dos frutos del mismo árbol,
y la tristeza me hace recordarnos
y la poesía te reconoce en un idioma propio
tu nombre,
todavía habita los versos que escribo
como una suerte de personaje atrapado en un laberinto
Entonces vos estás allá y yo acá, generando un nuevo
campo de sueños posibles,
viviendo aquellos que imaginé cuando tus manos acariciaban
mi presente,
y con tu mirada
lograbas lo que nadie consigue ya
provocando una infinita tristeza que no termina de cerrar
No puedo negar lo que siento, aunque lo intente,
será que
tu nombre todavía tiene para mí
una fuerza insuperable,
antídoto a la tristeza destinada
para siempre
por la historia que dejamos atrás
tal vez,
todavía sos el personaje más involuntario que creé,
y sin embargo,
acá estoy una vez más, con la ficción como mejor aliada
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