Porque pesa, nos pesa, la tristeza, y se siente y te pellizca, y querés alejarte de aquella orilla, pero en vez de retroceder, te esparcís por el aire como un polvito de estrellas...y tu cuerpo llega con ese vientito que ahora me corre por el cuello. Recuerdo la tarde en que te regalé aquel collarcito hecho por mí. Estabas re contenta, era verde, de hilo encerado, y me dijiste que tenía que dedicarme a eso. En realidad siempre me encontrabas una nueva profesión, todo lo que hacía te parecía bueno. Vos nunca te diste cuenta que yo te admiraba más que vos a mí, hermana mía. Y esta noche, en que el cielo del litoral está limpio y tiene olor a verano, te escribo como si tuviera la certeza de que lo estás leyendo. Ahora mismo, y que compartimos unos ricos mates, con buena música, con palabras de por medio y con un corazón que comparte sus últimos días con aquel espejo...
Comentarios